Por María Isabel Pardo Bernal
Elda 15 de junio de 2015.
HOGUERA © Reservados
todos los derechos.
Tus luces
no dejan de martillearme,
no puedo
desterrarlas de mi cabeza.
¡Gritan,
gritan y gritan hasta entorpecer
mis pensamientos,
hasta
inutilizar mis sentimientos!
¡Bajadme
del altar de los sacrificios!
Vosotros,
los justos, los perfectos,
los
señores de la guerra,
los amos del dinero,
los
voceros, los meapilas,
los
inquisidores, los regentes,
los
dueños de vísceras,
¡Arrancad
los clavos y las espinas
y dadme
la paz de los cautivos!
¡No
quiero ser mártir,
no quiero
ser santa,
no quiero
revolcarme en el barro
de los
que salivan invocando ídolos!
¡Quiero
ser la mujer que araña
al
guerrero bastardo,
al del
puñal sin escrúpulos!
¡Quiero
ser la mujer que desgarra
la piel
del soldado menguado,
la del
soldado sin honor,
la del
soldado alumbrado.
Quiero
cortar la lengua
de la
infamia, de la mentira,
descuartizar la mezquindad,
romper el
núcleo de los ejecutores.
Quiero
ser la mujer que se deja cauterizar
en la
hoguera de tus manos,
en la llama de tus labios.
Quiero
ser la mujer que entrega
su cuerpo
en el tabernáculo, sumisa y vehemente,
quiero
ser la bruja que te somete,
la bruja que arde en tu cama y explota tu
mente.
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