domingo, 7 de diciembre de 2014


Por María Isabel Pardo Bernal.
DEDICADO A: MI ABUELO GINÉS
07 de diciembre de 2014.

 
Un momento de la historia... ¡Estación de Elda!  Recuerdo momentos tan hermosos con mi abuelo Ginés en este lugar: Paseos por la estación y aventuras en el túnel. Caminar por los raíles, escuchar y sentir su vibración para saber si se acercaban los trenes. El humo y la carbonilla. Las feroces locomotoras y su paso implacable. Las amapolas, y violetas silvestres en los campos que rodeaban las vías del tren. El saludo a los pasajeros desconocidos. Las despedidas interminables, y las lágrimas de los que quedaban. Los abrazos y risas de aquellos que se encontraban de nuevo. Mis trenzas, mis zapatitos de princesa,  mi batita blanca de los domingos. ¡Se amontonan tantas y tan bellas instantáneas a la vista de esta fotografía! La mirada tierna de mi querido abuelito, su sonrisa, sus manos callosas y cálidas, los cuentos interminables, el pan con chocolate. Este lugar tiene una energía especial, no es un templo, pero como si lo fuera. Su magia ocupa un lugar en mi memoria y en mi corazón. Allí vuelvo a ver a mi abuelo que me llama, allí vuelvo a correr a su lado para refugiarme en sus amorosos brazos. Allí siento el brillo de sus ojitos, la caricia de su voz. Allí vuelve en el tren del pasado, y se sienta a mi lado… ¡Cuánto te quiero, abuelo!



 PD. A los pocos minutos de publicar este escrito, me ha llamado mi hijo mayor (Héctor) Le he comentado que al ver la imagen de la estación se han agolpado los recuerdos de mi abuelo, que ha venido a mi mente con mucha fuerza. Sorprendido me ha dicho: "Mamá, hoy he estado contando anécdotas sobre él a Kilian, lo he tenido muy presente durante todo el día". ¡Y es entonces, cuando he recordado!!! Tal día como ayer, el 6 de diciembre, día de la Constitución, mi abuelo Ginés, murió en mi casa, en mi habitación, tres meses después de que mi abuela, su adorada "chacha" María de la Paz, falleciera. El abuelo,  se dejó morir para ir detrás del amor de su vida; así nos lo hizo saber, y así lo cumplió. Se fue en silencio, con ganas de partir. A sus 96 años ya nada pudo retenerle aquí. María se había marchado y él no pudo, ni quiso seguir el camino sin ella...
 
 

viernes, 5 de diciembre de 2014


Por María Isabel Pardo Bernal.
DESEO © 2014 Reservados todos los derechos.

 
Ulises escribe en las caracolas: “Me alimentas el alma”,  y mi  mariposa interna siente un dulce sabor, un tierno desasosiego. Alborozada, revolotea por mis secretos laberintos, por mis más desconocidos recovecos, por sus más hermosos instintos, pero, a la vez,  la loba, mi loba,  se desgarra y grita: “¡Quiero que este hombre  también alimente mi cuerpo!, mas, no puedo evitar que detrás de nuestra puerta, las hienas esperen. Oigo sus dientes castañetear, y veo sus lenguas viperinas babear hiel. Necesitan carnaza, y pacientemente la esperan, aunque, ¿qué importan sus ruidos si tú  me dueles desde afuera, desde tus ausencias, desde tus silencios?, ¿Qué  importa la hoguera si cuando vienes a mí, me  haces viajar al infinito, si cuando te entregas y me entrego, arde hasta lo más bendito?

El deseo irrumpe y me desespera, cautiva la miel de mis colmenas, me arrulla hasta agitar tabernáculos, y a las cándidas resistidoras del famélico pasado, que desaparece con tu fuerza.  El deseo me arrastra hasta inclinarme con el ímpetu de tu descarada juventud. El brío de sus acometidas desvanece mis dudas, me impregna de suave almizcle, me encumbra y me impulsa.  El deseo me envuelve con las llamaradas del espíritu que trasciende al sereno levitar de las almas en tierra. El deseo me cubre con las inquietas plumitas de nuestros despertares, con las tormentas de las noches que gimen saturadas de envidia por nuestros abrazos de aire. El deseo me tienta, y retienta hasta descubrir el alba de mi piel, hasta inventar el placer del hombre que  amo. El deseo me  empapa y palpa hasta que abro el portón al guerrero que avanza en busca de su dama blanca. Es el deseo, nuestro deseo que no cesa, que siempre reclama más y más. Es el deseo que tiembla, solloza y ríe; el afán que sueña, susurra, y promete. Siempre el deseo en nuestras barcas, siempre juntos en las aguas, siempre unida a tu guerra y a sus marcas….

Detrás de la puerta, las hienas se amontonan mostrando sus dientes amarillos, y furibundas, andan en círculos, sus ojos buscan una luz a la que atacar;  no me afecta,  te amo y me amas, me haces parir deseo ¿Qué importan las jaurías si acabas de regalarme un: “mi niña, te quiero”?  Estallaré,  concebiré nuevos universos para mi sol, tendrás en los brazos esa estrella que tanto ansías; te daré todo lo que soy y lo que no soy, fusionadas tu luz y mi luz por los tiempos de los tiempos… ¡Será!