Por
María Isabel Pardo Bernal.
© 2014
Reservados todos los derechos.
El día
en el que aprendí que la magia existe
OTRA VEZ ULISES
Como cada día, espero a Ulises en mi ventana. Le gusta
que me vista de blanco, y que me
comporte como si no le oyera llegar. Mi corazón se alborota
cuando percibo que se acerca con paso sigiloso, con tanta parsimonia que llega
a desesperarme. Su respiración está teñida de melodías que humedecen mi piel y
la erizan… Sigue avanzando, mi figura se estira hasta la inmensidad del suspiro
que se pierde en la orilla de nuestro
mar. Me asomo al mundo, siento una
ligera brisa. Mi cabello se mueve al compás de sus pausados pasos. Mis brazos
comienzan a desplegarse como si de un momento a otro, fuera a iniciar el vuelo.
A Ulises le gusta que los rayos de sol acaricien mi piel, mi nívea piel. Se deleita con mi revoloteo mientras clava
sus ojos de fuego en mi espalda, que se arquea siguiendo el empuje de sus
deseos. Se embelesa escuchando mi risa en pleno aleteo, saborea mis carcajadas mientras acerca sus manos a mi cintura, manos serenas
que me envuelven de ansiedad. Mis
caderas se cimbrean buscando acomodo en el espacio que separa su cuerpo de mi cuerpo. Sus dedos se deslizan suaves hasta mi ombligo.
Entre espumas, arrima su silueta. Los labios se entreabren para dejar salir el gemido que ya no cabe en
mi pecho. Me entrego completamente a las locuras que me propone, y así, Ulises
deja de ser Ulises para ser el hombre que se adentra en mis delirios. Nos
dejamos arrastrar por los remolinos de caracolas, por tormentas de emociones, por la danza de las
tentaciones. Dejamos de ser, para reinventar
nuestro universo, para fecundar tierras yermas, para dibujar nuevas
dimensiones, y así, nos diluimos en nuestro adorado océano para poder amarnos
después de amar.
Anochece, Ulises debe abandonar el hogar.
Unida a la luna, ahogaré mis lágrimas en
el profundo lago de la esperanza. Teñiré de sonrisa eterna esta amargura que origina
la duda constante y machacona, esa duda irracional que no puedo controlar.
Cuando Ulises se marcha, el dolor se hace insoportable. Sus huellas siguen incólumes
y su esencia de caballero andante sigue envenenando mi razón. Confieso que no
puedo dormir con los ecos de sus batallas. Doy vueltas y vueltas conjurando los
primeros rayos de sol, voy de estrella en estrella suplicando su albor, soy un
alma penando, alma que sólo en él encuentra reposo y calor.
La mariposa aguarda, la
mariposa vuela, Ulises volverá, sí, él siempre retorna al lugar mágico donde
nuestros sueños se aman sin conciencia ni consciencia, donde es héroe, donde es
dios, donde es nada y soy yo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario