Acabo de cerrar mi
ventana… Estoy cansada de besos que se pierden en el camino de lo desconocido,
de los abrazos de aire, de las caricias imposibles, del silencio de las
caracolas, del amor que se ahoga en el océano de la distancia. Hoy el mar llora
olvido, y el diablo que llevo dentro sale a danzar con las estrellas en esta
noche bella de mayo. Mañana volverá la mariposa, mañana… Y Penélope estará
clavada en esa ventana infinita. Sí, cuando la luz vuelva, rezaré a tu dios
para que retornes. El sol saldrá, y tus palabras serán la locura que necesita
mi corazón para poder envenenarme de ti, para poder eliminar lo poco razonable
que queda de mí. Tus manos avanzaran en silencio sobre mi piel, y me
estremeceré con las fragancia de tu deseo. Mañana dejaré que tus ojos de fuego
enciendan mi cuerpo y que en mil pedazos estallen las horas de encierro.
Permitiré que tus mentiras fulminen mis alas, pero ahora, esta noche, amado
mío, no tendré piedad de ti, estrangularé
mis sueños. Esta noche, niño mío, no tendré alma, y tampoco dueño.
Por María Isabel
Pardo Bernal
Elda, 2 de mayo de 2014. © Reservados todos los derechos.
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