Por María Isabel Pardo Bernal
05 de febrero de 2017.
VIENTO
El viento
me aturde,
cambia
mis colores,
me obliga
a escuchar
sinfonías pasadas,
el
murmullo de los pescadores.
El viento
me hace temblar
de miedo,
de pena,
de frío,
de amores…
¡Ah, esa
nostalgia que envuelve
como un
velo
dejando
ver las figuras distorsionadas
de la
gente que se aleja,
y…me
alejo…!
¡Ah, esa
añoranza que martillea
las
ventanas cerradas
de mi corazón añejo.
Esa
manzana que
abre las puertas
de mi
huerto
a los
deseos,
a la magia,
a las hadas,
a tus
ojos
y tu
desierto!
¡Ah, esos
vuelos de almas
que
sueltan sus cadenas
para
bailar las danzas
del amor
maldito!
¡Ah
el dulce batir de alas
de
soñadores infinitos!
Decidme
que me equivoco,
decidme
que ya no soy yo,
que el
cuento de un loco me atrapó,
que soy
su libro apócrifo.
Decidme
que me equivoco,
que me
escondo en las barbas
del rey que enroco,
en los
labios de un hombre,
en el
veneno de sus besos,
en la
piel del indio sin rostro,
en ese
cuerpo que busco,
acaricio,
adoro.
Viento,
solo
viento
que me
embauca,
me ama,
me
revuelca, me destruye
me
abandona,
me mata.
Viento,
solo viento,
sin
hojas,
sin
amantes,
sin nubes,
sin luna,
sin soles
ni
dioses.
¡Ah, loco
viento,
que
vuelca las piezas del tablero,
MI loco
viento
que
levanta mis faldas
si abrazo
al caballero!
¡Ah,
viento que eleva rastrojos,
viento que me abandona a los pies
del hombre de los mil ojos!
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