martes, 21 de febrero de 2017

Por María Isabel Pardo Bernal
05 de febrero de 2017.
 
 
 
 
VIENTO
 
El viento me aturde,
cambia mis colores,
me obliga a escuchar
 sinfonías pasadas,
el murmullo de los pescadores.
El viento me hace temblar
de miedo, de pena,
de frío, de amores…
 
¡Ah, esa nostalgia que envuelve
como un velo
dejando ver las figuras distorsionadas
de la gente que se aleja,
y…me alejo…!
 
¡Ah, esa añoranza que martillea
las ventanas cerradas
 de mi corazón añejo.
Esa manzana que
 abre las puertas
de mi huerto
a los deseos,
 a la magia,
 a las hadas,
a tus ojos
y tu desierto!
 
  
 
 
¡Ah, esos vuelos de almas
que sueltan sus cadenas
para bailar las danzas
del amor maldito!
 
 
¡Ah el  dulce batir de  alas
de soñadores infinitos!
 
Decidme que me equivoco,
decidme que ya no soy yo,
que el cuento de un loco me atrapó,
que soy su libro apócrifo.
Decidme que me equivoco,
que me escondo en las barbas
 del rey que enroco,
en los labios de un hombre,
en el veneno de sus besos,
en la piel del indio sin rostro,
en ese cuerpo que busco,
acaricio,
adoro.
 
Viento,
solo viento
que me embauca,
me ama,
me revuelca, me destruye
me abandona,
me mata.  
Viento, solo viento,
sin hojas,
sin amantes,
sin nubes,
sin luna,
sin soles
ni dioses.
 
¡Ah, loco viento,
que vuelca las piezas del tablero,
MI loco viento
que levanta mis faldas
si abrazo al caballero!
 
¡Ah, viento que eleva rastrojos,
 viento que me abandona a los pies
 del hombre de los mil ojos!
 
 
 
 
 

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