martes, 6 de enero de 2015



Por María Isabel Pardo Bernal
05 de enero de 2015 ©


Nunca pedí a los Magos cosas materiales, esta noche no va a ser distinta. Como cada año,  me gusta pararme en la orilla de mi mar,  buscar en el horizonte esa luz que me hable de ti. Sentir que de alguna forma, tú también buscas esa figura en el cielo que te habla de mí; con eso me conformo, ¿me conformo? ¡Es demasiado, mucho para mí!!  Ellos, hace tiempo, nos regalaron su magia, esa magia que nos hace encontrarnos cada día en mi jardín privado, la magia que me hace sentir golpecitos en el corazón, y plumitas en el estómago. Una magia que hace que mis ojos brillen cuando miro a mis hijos, magia que me hace reír, cantar, saltar, jugar. Me permite disfrutar del color y el aroma de una pequeña flor, saborear un buen chocolate, pasar una fresa por mis labios y desear tu beso,  sentir tu calor cuando me acerco a nuestra lucera… ¡La magia! ¡Cómo recuerdo las noches de mi infancia, esa ilusión que me hacia volar y vibrar! Hoy, esta noche, me doy cuenta que sigo siendo la misma cría que pegaba su nariz en los fríos cristales de la ventana esperando ver aparecer a sus majestades de Oriente, sigo siendo la misma chiquilla de ojos curiosos y boquita atónita que preparaba el agua para los camellos, y los dulces para los Reyes. Esa pequeña que miraba el cielo buscando la estrella que guiaba a esos magnánimos héroes de los sueños, esa dulce nena que pedía un regalito para ella y cientos para sus amigos. Y así, un día como éste, me regalaron, nos regalaron su magia. Por eso, esta noche vaporosa, sigo sintiendo la misma sensación electrizante y maravillosa, las mismas mariposas, las mismas esperanzas, las mismas expectaciones, y sobre todo, sigo sintiendo amor, ese amor infantil y generoso, tierno e inocente,  ese amor que todo lo puede. Hoy, mi rey, has venido, has venido de nuevo a recordarme  que somos magos,  y que sigo siendo una niña, tu niña, tu niña siempre…

No hay comentarios:

Publicar un comentario