Por María Isabel Pardo
Bernal.
DESEO © 2014
Reservados todos los derechos.
El deseo irrumpe y me
desespera, cautiva la miel de mis colmenas, me arrulla hasta agitar
tabernáculos, y a las cándidas resistidoras del famélico pasado, que desaparece
con tu fuerza. El deseo me arrastra
hasta inclinarme con el ímpetu de tu descarada juventud. El brío de sus
acometidas desvanece mis dudas, me impregna de suave almizcle, me encumbra y me
impulsa. El deseo me envuelve con las
llamaradas del espíritu que trasciende al sereno levitar de las almas en
tierra. El deseo me cubre con las inquietas plumitas de nuestros despertares,
con las tormentas de las noches que gimen saturadas de envidia por nuestros
abrazos de aire. El deseo me tienta, y retienta hasta descubrir el alba de mi
piel, hasta inventar el placer del hombre que
amo. El deseo me empapa y palpa hasta
que abro el portón al guerrero que avanza en busca de su dama blanca. Es el
deseo, nuestro deseo que no cesa, que siempre reclama más y más. Es el deseo
que tiembla, solloza y ríe; el afán que sueña, susurra, y promete. Siempre el
deseo en nuestras barcas, siempre juntos en las aguas, siempre unida a tu
guerra y a sus marcas….
Detrás de la puerta, las
hienas se amontonan mostrando sus dientes amarillos, y furibundas, andan en
círculos, sus ojos buscan una luz a la que atacar; no me afecta, te amo y me amas, me haces parir deseo ¿Qué
importan las jaurías si acabas de regalarme un: “mi niña, te quiero”? Estallaré, concebiré nuevos universos para mi sol,
tendrás en los brazos esa estrella que tanto ansías; te daré todo lo que soy y
lo que no soy, fusionadas tu luz y mi luz por los tiempos de los tiempos…
¡Será!
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