Por María Isabel Pardo Bernal.
Elda, 05 de septiembre de 2013.
¡FELIZ CUMPLEAÑOS,
HÉCTOR!
El 5 de septiembre a las 23,05h, hace ya unos cuantos
años, nació mi hijo Héctor Guillermo. Después de un embarazo bastante extravagante,
permítaseme el adjetivo, y tras un montón de horas de parto, pude ver su carita
mofletuda y sonrosada. Sus ojitos, bien abiertos, miraban todo con gran descaro y extrañeza. Por
mi parte, estaba agotada, y la niña que todavía era, observaba milimétricamente
todo su cuerpecito para asegurarme que no le faltaba nada, que todo estaba bien.
Me parecía mentira que hubiera podido concebir algo tan perfecto, tan bello,
tan maravilloso… Me iniciaba en la extraordinaria aventura de ser madre. Nadie
te da libro de instrucciones con el bebé, y aunque procuras leer todo lo que
puedes acerca del tema, lo que acontece,
se te antoja nuevo y único, como si no hubiera más madre en el mundo que tú. El padre, mientras tanto, había dado cumplida
cuenta, en la sala de espera contigua al paritorio, de un buen bocadillo de
tortilla de patatas. Iniciarse en la aventura de ser papá, parece que, por
aquellos tiempos, era una tarea algo más sencilla; el padre esperaba, en este
caso, una larga espera, eso sí, con los
nervios adecuados, y mataba la ansiedad con bocadillos, cafés y cigarrillos.
Ocurrió que cuando saliste a ver tu papá, él, algo perdido en ese terreno, no imaginó quien eras, como bien dijo a la
enfermera, “nadie me lo ha presentado hasta ahora”. Una vez hechas las presentaciones,
las emociones se dispararon, risas y lágrimas, abrazos y ternura. Tú te dedicaste
a lo tuyo en aquellas horas, dormir. El
caso, querido hijo, es que lo pasamos bien mientras te llevé en mi interior. Te concebí un 31 de diciembre, festero era
lógico que salieras. Fuimos juntos, es
decir, tú en mi panza y yo sin saber que estabas ahí, a trabajar, a practicar
karate, a bailar, a la universidad… Más tarde, pasamos un verano bien caluroso, tomamos
helados hasta hartarnos, íbamos a clases de preparación al parto dando saltos y
bebiendo horchatas, nos fuimos de viaje a Madrid; allí visitaste tu primer
parque de atracciones. Mientras, el mundo se preguntaba donde narices llevaba
al bebé, porque la verdad, no conseguí
tener barriguita de embarazada en ningún
momento. Por tu parte, te dedicabas a
dar patadas y a boxear, decidiste que el aceite y el marisco no eran lo tuyo, pero
me pedias pepinillos en vinagre y polos de limón continuamente. Dejaste claro
que la música y las pelis de miedo te
encantaban. Leímos juntos “Cementerio de animales” de Stephen King y vimos en
el cine “El anticristo”; como ves, “muy
adecuado” para un bebé que no ha nacido todavía, pero bueno ¿qué se puede
esperar de una universitaria novata en estas lides? De pronto, una madrugada, te entró prisa por
ver el mundo, y sin avisar, a los 8
meses de gestación, decidiste que era buen momento para saludarnos. Me pillaste
sin nada arreglado, como siempre, por sorpresa. Y aquí nos encontramos, en el
hospital, mirándonos mutuamente, cansados
y satisfechos por el gran esfuerzo de ambos. Supe, al instante, que todo en mi vida había
cambiado, pero sobre todo supe, que tú eras lo mejor y más grande que me había
ocurrido y que me iba a ocurrir. Lo que aconteció a partir de entonces, dará para
miles de historias, pero, ahora lo que quiero expresar es mi agradecimiento a
Dios, a la vida, a tus benditos extraterrestres, al amor, a mi madre, a todo lo
que se confabuló y se congració para hacer posible el regalo más inmenso que
una mujer puede tener: un bendito ser lleno de luz, mi hijo, mi niño Héctor, el
hombre que hoy es, y que para mi orgullo y mi felicidad, lo parí un 5 de septiembre
¡Con un par!!!! ¡TE AMO! <3 font="">
