Por María Isabel Pardo Bernal.
Elda, 17 de Marzo de 2013.
NUBES ROSAS
Hoy es un día de esos blanditos, de los que se
levantan nublados y con temperaturas suaves, de los que se dan a no quitarte el
pijama (sí, ese de Piolín que tanto te gusta), situarte delante de la ventana y
dejarte llevar por las suaves notas de una melodía. Tengo razones para necesitar esta calma, hace
tiempo que mi cuerpo está pidiéndome un respiro, pero no puedo parar esta
verbena en mi corazón. Anoche sentí más cerca que nunca tus abrazos de aire y el
crepitar de todos esos besos que nos debemos.
Todavía siento el calor de tus sueños y la dulzura de las palabras
escritas… Estoy embelesada con los romeros y con el aroma a chocolate caliente
y a ramitas de canela y vainilla. Hay un murmullo de flores que se abren, siento
el aleteo de todas mis mariposas, y las olas jugando en las orillas de mi
playa. Preciso oír tu voz, y las caracolas aparecen para llenarme del sagrado
sonido que sale de tu garganta. Aseguras que sigues queriéndome igual, que tu
deseo sigue intacto, que guardas en tus sueños un hueco para mí. Y yo, que sigo
siendo algo más que ingenua, me digo que es verdad. Necesito creer en tus
bellas palabras, necesito seguir reflejándome en esos ojos que se llenan de
fuego cuando me miran desinquietos, apresados por el deseo, furtivos por el
remordimiento. Me pierdo en la línea del horizonte, en ese punto donde se unen
las luces de nuestro apetito insaciable por unir piel con piel. El día sigue
con esos tonos que te dejan adormecida. Preciso recostar la cabeza en el pecho del amante que
ha perdido todas las batallas, y cansado, reposa. Me refugio en tus promesas,
que como el viento, remolinean y levantan el huracán de la esperanza, ese
anhelo dormido en el último rincón de mi alba. No temas a venir desnudo, suelta
lastre, desata los nudos que oprimen tu bello cuerpo de hombre, elévate y viaja
hasta el mundo que hemos creado para nuestros apasionados encuentros, ahí,
donde enlazamos las manos hasta morirnos uno dentro del otro, comiéndonos los
gemidos y ahogando los gritos desmayados en nuestras insaciables bocas. Y,
cuanto más te entregas, más necesidad siento de ti, porque ya no es suficiente
con que me pienses y te posea, ya no… Miro el paisaje, que sigue dibujando en
mi ventana el inicio de la primavera, y observo como el techo del cielo se
desploma dejando en vilo al auditorio, oigo nuestras risas claras, la
respiración entrecortada; y así, no importando
nada ni nadie, a pesar de todo, por
encima de todo, más allá del bien y del mal, dos locos levitando, nos subimos
en las nubes de color rosa y nos perdemos para volver a empezar…
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